Si bien la llamada generación Z, compuesta por adolescentes y jóvenes que no llegan a los 30 años, exhibe mayor capacidad de inventiva y maniobra frente a los desafíos económicos y tecnológicos que sus predecesores, se enfrenta a la dura realidad de la falta de oportunidades laborales que sustenten su independencia.
Uno de los puntos focales de su situación es que, independientemente de los porcentajes de ocupación, los más jóvenes de ese grupo ganan apenas 60 % de lo que perciben los de 25 años y más.
Y es que los números no son alentadores. Según Naciones Unidas y la Organización Mundial del Trabajo (OIT, por sus siglas en inglés), en América Latina la informalidad laboral impacta sobre 60 % de los jóvenes que trabajan.
Estudios y trabajo
La pandemia supuso el incremento del número de jóvenes que tuvieron que combinar sus estudios con el trabajo. Actualmente, aunque los niveles de escolaridad han subido, también lo ha hecho la cifra de integrantes de la generación Z que realizan las dos actividades en paralelo.
A pesar de que en 2023 cerca de 80 % de los jóvenes de entre 15 y 19 años se dedicaban exclusivamente a estudiar, el porcentaje era más bajo entre la población de 20 a 24 años, según el informe 'Juventud en cambio. Desafíos y oportunidades en el mercado laboral de América Latina', de la OIT.
Por otra parte, entre los jóvenes de 15 a 24 años, la tasa de informalidad está en torno a 60 %, lo que es bastante más alto que el 47,5 % de los mayores de 25 años. Sin embargo, la cifra es más preocupante aún entre los adolescentes de 15-19 años, donde se ubica en 77 %.

La informalidad, que es asimilada con el trabajo precario, permite el rápido ingreso al mercado laboral porque hay menos requisitos de formación académica, menos barreras y horarios más flexibles, por lo que se presenta más atractiva para ese grupo etario, pero también implica inestabilidad y más bajos ingresos.
Tasa de desocupación de cerca
Lo que se desgrana de la tasa de desocupación es que además existe una brecha de género. En 2023, mientras la tasa de desocupación era de 50 % entre la población masculina de 15 a 24 años, el porcentaje llegaba a 60 % en el caso de la población femenina.
Tras la pandemia, cinco de cada siete jóvenes que no estudian ni trabajan de forma remunerada son mujeres que se dedican a trabajo doméstico, han sido madres o realizan cuidados no remunerados.
Estas brechas, según Ana Virginia Moreira, directora regional de la OIT, "tienen un impacto directo en el desarrollo de la región", por lo que, además de dificultar la independización de los más jóvenes, tienen consecuencias en toda la población de América Latina y el Caribe.

La compleja perspectiva para la generación Z
Las alternativas que ha encontrado la generación Z en busca de su independencia, que pasan por combinar el trabajo y estudio, reflejan su capacidad de adaptación, pero también dejan al descubierto su vulnerabilidad y dificultad para centrarse en la especialización académica.
Así, la independencia económica y residencial se posterga frente a los desafíos que debe enfrentar en contextos laborales precarios.
La Organización de Naciones Unidas (ONU) considera que la "expansión de nuevas formas de empleo" afecta a los más jóvenes porque, aunque las plataformas digitales ofrecen mayor flexibilidad, existe "precariedad" debido a que el "acceso a estas oportunidades depende de las habilidades digitales y el nivel socioeconómico".
Otro tema que preocupa a la generación Z es su acceso a los sistemas de seguridad social y a las pensiones, por lo que apuestan a opciones de ahorro individual.


