La reunión del 15 de agosto entre el presidente ruso, Vladímir Putin, y el estadounidense, Donald Trump, en la ciudad de Anchorage (Alaska, EE.UU.), ha implicado enormes retos en términos de logística y despliegue de seguridad, debido a la lejanía del estado y a que la cita se confirmó con poca antelación.
Según reseña Bloomberg, cuando se anunció el encuentro hace una semana había un solo agente del Servicio Secreto en ese estado. En los siguientes días han llegado cientos de refuerzos. "La operación se convirtió en una carrera a toda velocidad, comprimida en una semana", escribe el medio.
Si bien el hecho de que la reunión tenga lugar en territorio estadounidense facilitó a Washington el traslado de armas, equipos de comunicación y material médico, la geografía presenta sus propias dificultades, agrega.
Anchorage, la ciudad donde está ubicada la base militar Elmendorf-Richardson, que acogerá el primer cara a cara de los dos mandatarios desde 2019, tiene poca disponibilidad de hoteles y un reducido mercado de alquiler de autos, dado que la cumbre coincide con la temporada alta.
Ante esa escasez y lo remoto de Alaska, vehículos y otros bienes se transportan al lugar por avión o desde otras partes del estado.