Registros históricos demuestran que el alcohol ha sido parte integral de la historia de la humanidad. Ya las civilizaciones tempranas lo ofrecían como ofrenda a los dioses y, posteriormente, se utilizó como pago a los trabajadores en proyectos de construcción a gran escala, sin olvidar que las élites lo usaban en festines y celebraciones para fomentar la cohesión social, movilizar mano de obra, forjar alianzas y consolidar el control.
En este contexto, algunos académicos han llegado a considerar que las bebidas alcohólicas pudieron haber tenido incluso un rol fundamental en el surgimiento de las sociedades estratificadas, fomentando la cooperación y el desarrollo de jerarquías complejas. Un reciente estudio transcultural del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania) encontró evidencia cuantitativa que respalda estas afirmaciones.
Los investigadores, en cabeza de Václav Hrnčíř, recopilaron datos sobre el consumo de bebidas fermentadas tradicionales (como hidromiel, vino y cerveza) de una muestra global de 186 sociedades con diferentes niveles de complejidad política. Utilizando modernos métodos en el campo de la etnología descubrieron que las culturas que producían y consumían su propio alcohol tradicional a menudo mostraban "mayores niveles de complejidad política", señala el centro científico.

Para comprender mejor esta asociación, los antropólogos separaron el papel del alcohol de otros factores claves como el medio ambiente y la agricultura. Si bien los resultados respaldan la idea de que las bebidas fermentadas tradicionales no destiladas podría haber facilitado la evolución de las sociedades humanas, los autores advierten que su contribución fue "modesta" y son cuidadosos al señalar que estas, por sí mismas, hayan podido explicar el surgimiento de sociedades complejas.
"Una señal relativamente débil sugiere que emborracharse probablemente no fue el principal factor impulsor del auge de las sociedades complejas", dice Hrnčíř. "El alcohol podría haber sido solo uno de los muchos factores", subraya su estudio. Otros factores, como la agricultura, tuvieron una influencia más poderosa y constante, y fue una de las muchas tecnologías sociales (como la música, los rituales, la religión y la danza) que ayudaron a los humanos a cooperar y prosperar.
"Hipótesis de la borrachera"
Al mismo tiempo, los autores señalan que el estudio se alinea con la "hipótesis de la borrachera", un postulado del filósofo Edward Slingerland, que señala que el deseo de intoxicarnos "no es un error evolutivo, sino que históricamente ha proporcionado beneficios culturales que superan sus repercusiones dañinas para la salud y la sociedad", explica el Instituto Max Planck.

Slingerland sostiene en su libro 'Drunk' ('Borrachos') que las soluciones a los desafíos de la vida están más allá de las capacidades de cualquier individuo, y requieren un "cerebro colectivo" y una transmisión cultural, imposible sin una cooperación social a gran escala. Y es aquí donde el alcohol, si bien reduce el control cognitivo, puede conducir a percepciones más creativas y generar en el individuo una mayor apertura para vincularse, cooperar y aprender de otros.
Entretanto, Robert Dudley, en su libro 'El mono borracho. ¿Por qué bebemos y abusamos del alcohol?'(2014), propone una teoría que afirma que, no solo nuestra atracción por el alcohol surgió hace millones de años, sino que el consumo de etanol producido por la fermentación de las frutas pudo suponer una ventaja evolutiva para nuestros ancestros primates. Para ellos, las frutas fermentadas tenían tres ventajas. Su fuerte olor las hacía más fáciles de encontrar, proporcionaban más calorías, y tenían una función antiséptica. Por eso, algunos monos empezaron a consumir frutas pasadas que caían al suelo y, como resultado, empezaron a bajar de los árboles, indica este fisiólogo evolutivo de la Universidad de California en Berkeley.
No siempre es un 'lubricante social'
El papel del alcohol en la sociedad no ha sido uniforme y su impacto ha variado considerablemente según las normas culturales, el entorno y el tipo de bebida.
En medio de la función vincular crucial que al parecer tuvo el alcohol, facilitando las interacciones sociales y fortaleciendo la cohesión grupal, pudo haber fomentado al mismo tiempo el "antagonismo y la rivalidad interpersonal" y ser detonante de tensiones sociales, comenta Václav Hrnčíř en su investigación. Sin embargo, su impacto negativo ha sido más frecuente y agudo en los últimos siglos y se vincula en mayor medida con bebidas destiladas con alto contenido alcohólico.
"En el mundo actual, donde el alcohol está disponible en cantidades ilimitadas, incluidas las bebidas destiladas con alto contenido alcohólico, y el consumo se ha vuelto más solitario y aislado, los peligros del consumo de alcohol pueden, en algunos casos, superar sus posibles beneficios sociales", advierten desde el Instituto Max Planck.
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