
El hombre que salvó a Stalin en Teherán

Levantar el polvo en bicicletas, haciendo carreras con amigos, podría ser una travesura infantil. Empero, pocos pueden imaginar que este 'truco' de la inteligencia soviética salvaría las vidas de Iósif Stalin, Franklin Roosevelt y Winston Churchill en Teherán en noviembre de 1943.
El artífice detrás del operativo que frustró los planes de magnicidio hitlerianos fue el joven Guevork Vartanián, quien junto con sus chicos de la 'caballería ligera', apaleaba una y otra vez a los confidentes del Tercer Reich.
David contra Goliat
Noviembre de 1943. El tren pesado con la litera 501 va por la ruta Moscú-Stalingrado-Bakú, llevando a bordo a Iósif Stalin junto con toda la jerarquía de la URSS. La ruta, trazada no tan lejos de la línea del frente, está repleta de peligros y en un momento determinado el ferrocarril casi cae víctima de bombarderos nazis. Finalmente, Stalin arriba a lo que hoy es la capital de Azerbaiyán y, pese a su recelo de por vida hacia el aire, aborda un avión de transporte fuertemente escoltado y unas horas después llega a Teherán para participar en una cumbre con Churchill y Roosevelt.

El desenlace de aquella conferencia y de la guerra en general es bien conocido: los aliados, aunque llenos de desconfianza mutua, pudieron tejer un plan de acción conjunto, aproximando así el fin del nazismo. No obstante, fue a finales de noviembre de 1943 cuando la historia podría haber tomado otro camino ante el plan de comandos hitlerianos de acabar con Stalin, Roosevelt y Churchill de una vez para siempre. El operativo fue cuidadosamente planeado, si bien los alemanes no sabían que un joven de apenas 19 años con su caballería ligera se erigiría en su camino.
En este episodio de 'Huellas Rusas' hablamos de Guevork Andréyevich Vartanián, una celebridad en el mundo de las inteligencias, cuyos méritos van mucho más allá de aquella proeza en Teherán. Eso sí, casi todos sus operativos siguen bajo el título clasificado, puesto que volvió de la vida clandestina en el extranjero solo en 1986.
Ecuación geopolítica
Guevork Vartanián nació en Rusia en una familia de raíces armenias a principios de 1924, pero tuvo que mudarse con sus familiares a Irán seis años más tarde. Aunque oficialmente el padre de Guevork era almazarero, trabajaba también para la inteligencia exterior soviética, lo que cautivó a su hijo, quien no dudó en elegir el oficio.
Todo comenzó para Guevork el 4 de febrero de 1940, cuando se encontró con Iván Agayanz, residente jefe de la inteligencia bolchevique en la tierra persa. Eran tiempos tumultuosos, pero el joven no titubeó: engrosar las filas de inteligencia soviética era una decisión consciente.
Para aquel entonces, Moscú ya temía que Irán acabara cayendo en manos de los hitlerianos, por lo que intensificaba al máximo las actividades de inteligencia en la zona. Y era absolutamente entendible: con su posición geográfica, Irán jugaba un importante papel logístico que el Tercer Reich igual tenía en su punto de mira. Se estima que unos 20.000 alemanes, incluidos instructores, ingenieros y, obviamente, espías encubiertos, estaban en el suelo iraní para finales de los años 30. Pese a declarar su neutralidad en septiembre de 1939, Irán se inclinaba cada vez más al curso proalemán.

Tras la invasión hitleriana a la URSS, Moscú no podía permanecer pasiva en relación con lo que ocurría en el país persa. El desenlace llegó a finales de agosto de 1941, cuando el Ejército Rojo, junto con las tropas británicas, entró en el territorio iraní. Este despliegue, acordado con los aliados, acabó siendo una decisión correcta, ya que vagones con ayuda militar en el marco del sistema 'lend-lease' pasaron precisamente a través del territorio iraní. De no ser así, la URSS se habría visto privada de un corredor estratégico que alimentaba a su Ejército con aviones, blindados, municiones y otras provisiones clave.

Ante la presencia de contingentes soviéticos y británicos, la actividad de la red de espionaje nazi se vio limitada, pero no se resquebrajó por completo. De todas maneras, sus agentes apenas podían imaginar que un joven con varios muchachos más en bicicletas pondría todo su trabajo patas arriba.
¿Agentes improvisados?
El grupo reunido por Guevork, quien actuaba bajo el alias de Amir, no tenía capacitación de inteligencia, por lo que todos sus integrantes tenían que aprender sobre la marcha. Y resultó que lo hicieron muy bien, pues, solo dos años después de formarse, el grupo de 'caballería ligera' descubrió a unos 400 agentes, desbarató sus actividades y peinó la capital iraní de agentes de la Abwehr.

Entre los que se unieron al grupo de Amir había una joven llamada Goar que sería la mujer que de la vida de Guevork. Temeraria y audaz, la novia de Amir prefería no quedarse en la retaguardia, actuando siempre en primera línea. Así, cuando tenía solo 16 años, evitó la deserción de dos pilotos soviéticos que habían volado a Irán desde Bakú. Los hitlerianos ya preparaban su envío a Alemania, pero el refugio fue descubierto gracias al accionar de Goar.
Sin embargo, monitorear y atrapar a agentes del Tercer Reich no era el único cometido del grupo de Amir. La comandancia les asignó la tarea de infiltrarse en una escuela secreta británica donde se preparaba a futuros agentes que se enviaban a las repúblicas asiáticas y caucásicas de la URSS. La presencia de Guevork no generó sospechas entre los ingleses, ya que daban preferencia a aquellos que dominaban el ruso. Aparte de recabar información sobre los agentes que Londres, pese a ser aliado de Moscú, planeaba mandar a la URSS, Amir enriqueció su preparación profesional, aprendiendo sutilezas y entresijos de radio bidireccional, escritura secreta, uso de claves y técnicas de reclutamiento, entre otras.
Algunos podrían preguntarse: ¿cómo un grupo de seis muchachos y una chica logró dar golpe tras golpe a la inteligencia hitleriana? La explicación es que, primero, no actuaban solos, sino que siempre les guiaban sus camaradas superiores; segundo, que el aprendizaje sobre la marcha daba sus frutos; y tercero (y quizá este sea el factor clave), que, pese a haber jurado lealtad a la causa de la inteligencia soviética, seguían siendo adolescentes que mataban el tiempo, levantando el polvo en las calles de Teherán y echando tierra a los confidentes alemanes.
Un salto con aterrizaje forzoso
Con este trasfondo volvemos a la conferencia de Teherán en noviembre de 1943. Ya en otoño, el icónico agente soviético Nikolái Kuznetsov, que actuaba en los territorios soviéticos ocupados por las tropas de Hitler, alertó sobre los planes de Berlín de matar a Stalin, Roosevelt y Churchill en la capital iraní. El operativo, bautizado como 'Salto de Longitud', estaba bajo la dirección de Otto Skorzeny, el oficial que meses antes rescató al dictador italiano Benito Mussolini y era considerado un especialista en operaciones especiales.

El grupo de avanzada, que incluía a seis saboteadores con todo el equipamiento necesario, fue desplegado desde el aire cerca de la ciudad de Qom, a unos 70 kilómetros de Teherán.
"Qom es una ciudad pequeña, llena de mezquitas. He estado por esos lares: a todo europeo se lo mira con recelo. Así que puedes quedar expuesto al instante. Alemanes en diez camellos comenzaron a moverse a Teherán. En camellos muy cargados, llevaban radios, armas y equipos. Fueron cautelosos, por lo que recorrer cien kilómetros les llevó diez días. Cerca de Teherán pasaron a un camión, cargaron en él el material y llegaron a la ciudad. Allí se instalaron en un piso franco en la calle Naderí, una de las principales de la capital, no lejos de las embajadas de la URSS y el Reino Unido. Los agentes lo habían preparado todo para ellos", rememoraba Vartanián en una entrevista.
Tras instalarse en Teherán, la unidad nazi pasó a organizar la comunicación y preparar el terreno para el desembarco de Skorzeny, quien era el responsable de ejecutar el plan el 30 de noviembre y ya había estado en Irán anteriormente para sondear la zona de la operación.
Sin embargo, la 'caballería ligera' estaba ojo avizor, y fue el primer grupo en obtener pistas sobre los saboteadores. Al ser localizada su estación de radio, los seis comandos fueron arrestados, lo que obligó a Berlín a cancelar su operativo. "Buscábamos día y noche, de catorce a dieciséis horas al día, corríamos por las calles. No volvía a casa hasta que oscurecía. Hiciera frío, calor o miedo, seguíamos con la búsqueda", explicaba la esposa de Amir.
Los límites de la inteligencia
Años más tarde, ya cuando Guevork salió de la clandestinidad, hacía hincapié en la furtividad de aquel operativo. "Teníamos muchas ganas de ir con nuestros combatientes a asaltar la casa donde se escondían los saboteadores. Pero Iván Ivánovich Agayants lo prohibió categóricamente. Eso también fue una lección para mí. La inteligencia termina donde empieza el tiroteo, eso es lo que decía mi maestro. Los hombres experimentados, especialmente entrenados para este fin, pillaban a los fascistas en silencio, muy en silencio", recordaba.
La 'caballería ligera' trabajó en Teherán hasta 1951, y el episodio más famoso de su trayectoria fue la captura de mandos hitlerianos. Sin embargo, Guevork y Goar no vivieron a expensas de las hazañas del pasado, sino que durante más de 30 años estuvieron llevando a cabo misiones secretas en el extranjero. Viajaron de un país a otro obteniendo información valiosa y reclutando a agentes con un único objetivo, en el que creían firme y profundamente: servir a su patria. Lo que ocurrió en 1943 en Teherán es solo la punta de iceberg en la carrera de Amir y sirve como cortina de humo perfecta para tapar y preservar las incógnitas de sus misiones posteriores, de las que se sabe poco o nada. Guevork Vartanián, alias Amir, y sus compañeros de 'caballería ligera' salvaron a Roosevelt, Churchill y Stalin. El mundo no debería saber más, al menos hasta ahora.
Si quieren conocer más historias de este tipo, pueden escucharlas en el pódcast 'Huellas rusas', disponible en la mayoría de las plataformas correspondientes.
Timur Medzhídov